El Alzamiento de Reis (7): Muhle

Solapas principales

Cuando los marinos de la Libertad Duradera abordaron la Bandera Carmesí una furia se apoderó de ellos al ver lo que Reis había hecho a sus hombres. Ya que casi su totalidad habían sido esclavos antes que piratas y comprendían mejor que nadie los estragos que la falta de libertad podía hacer al alma de una persona; cómo cada latigazo, cada golpe de remo, cada humillación, forjan unas cadenas interiores, peores que las físicas pues te quitan tu voluntad y te dan a cambio una resignación cobarde.

München, no había puesto cadenas a las almas de esas personas, se las había arrancado y cosido la boca con cordel escarlata para que no volvieran a entrar.

Y Por Theus que la tripulación que se había convertido en los paladines de la libertad, lucharía hasta el último aliento para hacer pagar por sus crímenes al culpable de tal atrocidad.

Muhle no podía sentirse más orgulloso de sus hombres mientras les veía combatir. De las tres tripulaciones piratas la suya era la que menos bajas y daños en la embarcación había sufrido. Posiblemente el valeroso y suicida ataque de su timonel, le había dado el respiro suficiente para poder realizar el asalto. También estaba convencido que el llevar a cierta Jenny vodaccia en los camarotes del navío había conseguido de una forma que no acaba de comprender, librarle de algún que otro cañonazo.

La joven parecía mucho más lúcida y alegre desde que habían dejado la ciudad pirata. En ocasiones se quedaba en el castillo de proa mirando al infinito, como si observara un mar interior oscuro y tenebroso. Ninguno de los tripulantes se atrevía a molestarla. Ahora era con la gente más directa, menos tímida y mucho más inquietante. Los marineros no habían puesto su mejor cara cuando se enteraron de que la mujer viajaría con ellos, pero nadie podía negar que desde que estaba a bordo ni una tormenta les había molestado y los vientos habían sido favorables. Hasta ahora…

La noche antes de zarpar a por Reis, la bella joven llamó a su camarote con lágrimas en los ojos.

- En todas las tiradas de cartas, sale la muerte y Legión.- afirmó sollozando. -No voy a poder protegeros.

- Si, quieres, puedes quedarte aquí, en Carleón no te faltará de nada. Contamos con el apoyo de la Reina, pero München es mi responsabilidad, tendría que haber acabado con él hace mucho tiempo y no se volverá a escapar.- contestó él con firmeza.

- Mi destino está ligado a su nave, mi querido amigo, las hebras que nos atan son poderosas, No conozco mi nombre, pero tampoco conozco el miedo.

Y ahora él estaba allí con sus hombres, asaltando ese barco que perfectamente podría llamarse infierno.

A su lado Fabrizzio Da Frágola luchaba como un jabato. Su valiente y manipulable capitán, combatía con elegancia finiquitando a todo pobre desgraciado que se ponía al alcance de su espada.

Boabdil, nada más tocar las maderas de cubierta, había cargado como un toro a ayudar a Tony que se encontraba en apuros rodeado de enemigos. Los dos volvían espadas contra espadas para unirse al grueso de los “Libertad”. Su enorme alfanje cortaba la carne como si fuera mantequilla, ver luchar al lunar era un espectáculo de la naturaleza, con un sólo golpe horizontal barrio a tres enemigos, dos de ellos tocaron la cubierta en varias partes.

A su lado izquierdo pudo ver a Berek y a sus hombres intentando abrirse paso entre una marabunta de enemigos para poder llegar hasta Reis y al otro, la capitana de la Tigresa completamente asediada.

- Señor, creo que es el momento de llevar a cabo su idea de que un grupo apoye a los Perros Marinos y que otro intente salvar a la señorita Marie Janine.- comentó a su capitán.

- A veces parece capaz de leerme la mente señor Muhle, ¡Yo me ocupo de salvar a nuestra marimacho favorita!- dicho esto, con la elegancia propia de un funambulista, agarró un aparejo suelto y con un estiloso balanceo, se posicionó desde donde se encontraba, al lado de la Pirata. Sólo le faltó gritar “tachán”al volver a pisar las tablas.

- ¿Necesitáis mi ayuda signorina?- preguntó el vodaccio al colocarse a su espalda, vestido con su inconfundible pañuelo azul y su ropajes rojos, utilizando su hoja para salvaguardarla de sus adversarios.

- No necesito que ningún vodaccio, venga a salvarme.

- Lástima porque el que ha venido es francamente guapo.- proclamó con una sonrisa el capitán de “La Libertad Duradera”.

- Ya has oído a nuestro capitán, B.A, sígueme tengo un plan.- Afirmó Heinrich mirando a su amigo lunar y señalando a la cima del palo mayor.

- No me gustan las alturas- gruñó Achmed a la vez que partía a otro enemigo.- Además tú vas con esa maldita armadura, ¿cómo legiones quieres subir?

- Con estilo, B.A., con estilo.- Sacó una pistola de ganchos y la disparó a la verga del palo mayor, alzándose a la arboladura del barco. Cogiendo el impulso de la subida y con equilibrio impropio de su edad se mantuvo en pie encima del palo. Visto desde fuera estaba convencido que parecería que un doble más joven se había puesto una peluca blanca y había realizado semejante maniobra. De una patada tiró al vacío a un sorprendido enemigo que se hallaba allí disparando con un mosquete.

- Ole, ole,ole.- oyó decir a McMurdoch abajo, manteniendo a raya al enemigo.

Su compañero lunar escaló refunfuñando, mientras lanzaba por los aires a todo enemigo que tenía la desgracia de encontrárselo en las cuerdas de tabla de jarcia.

El eiseno cortó los cabos que sujetaban las velas, desplomándose éstas encima de los marineros de Reis, permitiendo así a los Perros Marinos aproximarse al infame capitán.

-Acaba con él Berek- suspiró, mientras daba una calada a la hoja de tabaco lunar que tanto odiaba Achmed. Desde arriba, las cosas pintaban mejor, parecía que las hordas de Reis se habían acabado dando un respiro a todos, pues las fuerzas parecían igualarse. Rodeado de enemigos muertos Fabrizzio, le hizo un gesto de saludo. Después vio como una punta de sable salía del pecho de vodaccio, Marie Janine había atravesado con su arma por la espalda al capitán de la Libertad Duradera.