El Alzamiento de Reis (3): Paco Draco

Solapas principales

 

La vida corsaria que había soñado Paco no era aquella.

La madera de la cubierta de San Bernard estaba empapada de sangre, había tanta, que el balanceo del mar provocaba pequeñas olas escarlatas. Muchos de los hombres con quienes, la noche anterior, había compartido canciones y grog se hallaban heridos o muertos. Acababa de tirar por la borda a un pobre chico sin la mitad de la cara, que hacía apenas unas horas contaba chistes sobre las prostitutas de Canguine. Los marineros sanos que no se afanaban en sus tareas para que el barco no se fuera a pique o disparaban los cañones que aún no estaban reventados, intentaban llevar abajo a los heridos, algunos con fragmentos de madera del tamaño de puñales clavados en sus cuerpos o heridas abiertas donde se podía ver algún blanquecino hueso sobresalir.

No habían pasado ni cinco minutos y las pérdidas ya eran catastróficas, La Bandera Carmesí no había parado de esputar fuego sobre las naves aliadas, la táctica de rodearlo había sido un fracaso y las naves avalonesas y montaignesas se habían llevado la peor parte del primer ataque. Las tres embarcaciones, la “The Grail”, la“The Elaine Tears” y la “The Pride” habían quedado destruidas, los pedazos que quedaban se estaban hundiendo, en el caso de la The Grail eso no era mucho. Las embarcaciones montaignesas no habían corrido mejor suerte La “Brise De Mer“ estaba partida por la mitad y Paco habría jurado ver flotando el cuerpo del capitán cuya mirada de odio recordaba perfectamente cuando se la cruzó en la reunión de oficiales que se había celebrado en la San Bernard. La “Rachat“ tenía toda la popa hundida con las velas en el agua. Durante un rato un militar encaramado en el partido palo mayor, había disparado con gran acierto con su mosquete a la tripulación de la Bandera Carmesí, que por el fuego de cañón soportado parecía ser infinita, por desgracia, otra ráfaga de la artillería del gigantesco navío lo había asesinado. El avalonés no quería pensar cuántos hombres valientes habían muerto o morirían aquella aciaga tarde.

Los tres barcos piratas también habían sufrido grandes daños, pero la experiencia en otras batallas les había permitido maniobrar las naves lo suficiente para no ser hundidos y alejarse del fuego de Reis para prepararse e intentar un abordaje, si bien Chicote se había llevado a unos cuantos marinos para achicar el líquido que entraba por las vías, viendo el dantesco espectáculo que se desarrollaba en el agua, Paco Draco se sentía afortunado.

Los marineros supervivientes de las devastadas embarcaciones chillaban mientras intentaban seguir a flote, los cañones de Reis no habían dejado utilizable ningún bote salvavidas, algunos se agarraban a los cadáveres de los compañeros caídos intentando no ahogarse. Paco vió cómo un marino que nadaba hacia un trozo de madera desaparecía y una cola de pez gigante emergía por unos momentos.

-Sirenas -dijo a su lado Charlie- hoy cenarán bien.- La expresión de la mujer era seria, no parecía afectada por la matanza, pero sus ojos parecían reflejar que todo eso sólo le traía malos recuerdos.- No tiene sentido, ha sufrido fuego de 8 barcos y aún sigue intacto.-

-¿Magia?- preguntó Paco gritando, el estruendo de la batalla era tal que apenas oía su propia voz.

Charlie negó con la cabeza -Tiene que ser algo más, esto no sólo es Glamour, algo se nos escapa.

-Da igual la magia que utilice cuando abordemos ese barco. Mataré a ese bastardo.- Detrás de Charlie había aparecido Berek III. Por su sonrisa, el capitán de la San Bernard, parecía no darse cuenta del desastre que estaba desarrollándose a su alrededor.

-Recordad amigos la Reina del Mar nos protege, no hay que temer.- dijo el joven Berek. Charlie arqueó una ceja. Paco había oído historias y leyendas de la Reina del Mar, ninguna buena. El porqué Berek tenía semejante devoción aquella identidad marina para Draco era un misterio.

-¡Vamos mis bravos! ¡Es hora de nuestra revancha!- exclamó el valiente capitán.

Paco y los demás marineros vitorearon estas palabras y prepararon las pistolas y los ganchos.

Fue entonces, cuando vio en el agua inmóvil el cuerpo de un tripulante de la Bandera Carmesí que había caído al agua. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Su boca estaba cosida con un ancho cordel rojo.

-Theus,¿qué hemos despertado?- susurró